La pandemia ha desnudado realidades que muchos ignorábamos o que estaban por conocerse de todas maneras.
La vulnerabilidad de determinados grupos ha salido a flote y la mujer ha sido una voz dominante en esta conversación.
A mediados del año 2020 se dio a conocer la noticia de que en Escocia se subsidiarían los productos de higiene íntima para mujeres en calidad de desempleadas, en refugios o que su economía no lo permitiera dentro de unos determinados límites puesto que consideraba la ministra del trabajo que era “deber del Estado” ayudar a quienes estaban en una complicada situación económica gracias al virus made in China.
Como era de esperarse, movimientos de izquierda a través del feminismo, aprovecharon la mínima oportunidad, para acto seguido, colarse y plantear el debate en Latinoamérica (aunque siempre lo hacían en carácter obligatorio) de que las empresas concedieran unos días libres al mes a todas las mujeres en razón a su período menstrual. Exigiendo trato especial, como si fuéramos discapacitadas. Esto lo encuentro únicamente razonable con mujeres que sufran de dismenorrea o endometriosis, condiciones médicas que ningún ser humano desearía vivir en carne propia.
Sin embargo, este no es el primer debate relacionado que se ha venido dando al respecto. Hay grupos de especialistas de la salud mental que sugieren se abran servicios de guardería en empresas, para quienes son madres o padres solteros, divorciados y/o comparten y no tienen otro sitio donde mantener a sus bebes e infantes mientras laboran.
Esto de Escocia lo debatimos en mi programa Política en faldas y debo decir que me sorprendió la respuesta de la audiencia al encuestarles, puesto que prácticamente el 90% respondió que no estaba de acuerdo con tal imposición en formato de ley.
Sin embargo, son temas que creo es sano y necesario se discutan, puesto que, con la polarización de la política, nos hemos ido deshumanizando sin darnos cuenta, amén del clan de obsesos y nefastos que todo lo consideran “cosas de progres” olvidándoseles una condición que vive en ellos y con ellos: la de humanos.
No puedo estar de acuerdo jamás con políticas paternalistas y subsidios, cosa que es muy característica de Latinoamérica, sin embargo, debemos aceptar que este virus que vino a revolvernos la vida a todos nos ha dejado frágiles, vulnerables, empobrecidos, deprimidos y muy rotos.
Creo que dentro de las cosas que debemos debatir y plantearnos es hasta donde el Estado –a través del bolsillo del contribuyente- tiene injerencia en temas como estos. Si le criticamos (con toda razón) a las feministas que nuestros impuestos jamás deberían financiar abortos, así mismo es justo plantearnos hasta cuándo o dónde es el límite para financiar situaciones como estas que ciertamente se nos escapan de las manos.
Usando el término de moda que le encanta a la izquierda, soy una mujer privilegiada porque tengo techo y trabajo para mantenerme, sin embargo, cuento con mujeres en mi entorno que están viviendo de la caridad puesto que se quedaron sin trabajo o están sin un techo y sí que necesitan de una mano con carácter de urgencia además porque ni para su higiene íntima cuentan.
Estamos en un punto delicadísimo, donde además del resquebrajamiento severo de la salud emocional de todos, nuestra economía se ha vuelto un absoluto imposible, y para quienes vivimos en países bajo el esquema del socialismo, decir que tenemos una economía pulverizada es ser generosos y amables.
Este debate es necesario, sin embargo, de solo pensar en la insoportable obligatoriedad e imposición del feminismo, agenda de género y afines preferiría debatir en la necesidad de pisar la luna en tacones.
Pero como siempre, al final está en usted la última palabra.
¡Hasta la próxima!
By: Jennifer Barreto-Leyva
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