La cultura de la cancelación, este neo fenómeno nefasto e insufrible que empezara a utilizarse en 2015, ganando mayor popularidad a partir de 2018, impulsado por movimientos y plataformas progresistas, ha ido haciendo más insufrible el ya caldeado clima, que, en paralelo, gracias a este fenómeno entre otras cosas, ha gestado un ambiente en extremo polarizado e infantil en especial políticamente hablando.

Muchos hemos sido víctima de esto, y debo decir que es absolutamente despreciable y aborrecible, sentirse moralmente tan superior, que se tiene el derecho de decidir quién puede existir y convivir entre nosotros y quién no.

Mi experiencia fue hace exactamente un año y fue absolutamente asqueante, como dos periodistas de la izquierda radical colombiana que mantienen esto como modus vivendi, me vapulearon y me tildaron de racista, clasista y mil cosas más que no soy, simplemente por mencionar a Kamala Harris y a Melania Trump en un artículo de opinión.

Fue poco menos que asqueante vivir eso. Hoy a un año después poco me importa, pero haber vivido eso no se lo deseo a nadie, ni siquiera a quienes se dedican a esto.

Este método de silenciar al oponente, se tiene registro que fue usado por primera vez durante la época Nazi, en marzo de 1938, en la persona de Nancy Astor para ser más exacta.

Muchos hemos sido los que hemos pasado por esa incomoda e innecesaria situación, con el uso de las redes sociales se les ha hecho un paseo a muchos difamar, así como atentar de la tranquilidad e integridad de otros, solo por no estar de acuerdo con un punto de vista, ya no hablemos cuando se trata de masas. Pueden llegar a comportarse como hordas de hienas yendo a la yugular de su víctima. Absolutamente dantesco.

Este método populista usado por la izquierda para silenciar a todo aquel que no conviene sea leído, visto o escuchado, es un método adoptado con el paso del tiempo por otros, un poco citando lo que comentaba días atrás en la competencia moral de quien es mejor liberal o conservador. Infantil e irresponsable a más no poder.

Si alguien no actúa a conformidad a nuestros principios, se pasa de largo y se le ignora, no se le compra, lee, o asiste a nada, pero utilizar esta herramienta baja, salvaje y despreciable como lo es la cancelación, no es nunca una opción.

Siempre he creído que las cosas duran hasta que la gente lo permite. Si uno grupo llama a cancelar a alguien debido a alguna situación que les desagradó, no pasará absolutamente nada, si ese grupo no consigue adeptos que aplaudan como ciegos y borregos ese llamado.

Sé que es duro, no me pueden contar algo que viví, no le deseo a nadie la experiencia, pero es imperativo a dejar el miedo a un lado de opinar, de vivir, de ser.

¡Esa es nuestra esencia! Errores vamos a cometer todos, somos maravillosamente humanos, pero creo que eso de juzgarnos solo le compete a Dios, y en el plano terrenal a un juez, no a alguien resentido con complejo de Don Quijote de la mancha venido a menos.

Somos “cancelables” en la medida que sigamos permitiendo esta política de miedo abusiva y cobarde que lamentablemente están adoptando muchos.

Soy incancelable, así como tú.

 

¡Hasta la próxima!

 

By: Jennifer Barreto-Leyva

 

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