Desde que se instauraron las redes sociales, conocí en primera persona lo monstruoso que puede ser un ser humano, porque a través de herramientas que son para comunicar, el ser humano se ha valido de estos canales para sacar lo peor de si y plasmarlo otros igual de humanos.
Como no fue suficiente haber padecido de acoso escolar inclusive hasta en la Universidad, comencé a padecerlo gracias a personas inescrupulosas que es más que comprobado, de frente jamás te harían o dirían la mitad de lo que pueden llegar a hacer. El internet se ha convertido en el cheque en blanco que muchos usan para ejercer el más variado abanico de delitos amparados en la libertad de expresión.
Y si eres figura pública, es peor el tema, puesto que, a razón de ello, debes tolerar con una sonrisa en los labios, que te amenacen de muerte, y te digan las cosas más aborrecibles, con la excusa de “Quien la mandó a exponerse” “Yo digo lo que me dé la gana” y cosas por el estilo. No me lo contaron, lo viví y lo vivo cada día de mi vida.
Lo más exasperante, es que rota y cansada de que esa sea mi cotidianidad, con toda razón me quejo, porque agota, es aborrecible. El feedback que recibo en un gran porcentaje solo refleja la profunda ignorancia y cero empatía que hay. Preocupante y lamentable. Mucho peores son aquellos que utilizan mi hartazgo para decir “es que la autoestima de ella no es fuerte” “otra más de cristal” “es una mentirosa por venderle al mundo lo que no es” y cosas por el estilo.
En las redes sociales, con énfasis en twitter, se esconde y hace vida la más grande jauría de la triada de personalidades oscuras: psicópatas, narcisistas y sociópatas.
El ver cómo actúan es absolutamente repulsivo. Provocan, ofenden, humillan, difaman, de todas las formas posibles, llegando a ocasionar verdaderas tragedias, como por ejemplo suicidios, quiebres emocionales, angustias familiares y un sinfín de cosas. Y no, no les importa. Porque hasta justifican su violencia, hasta eso han llegado.
Uno es lo que hace en cada cosa y momento de su vida, en las redes sociales puedes leer perfectamente los valores, luces y sombras de las personas, son una ventana en crudo de las manos que manejan ese microcosmos del mundo 2.0.
Justamente escribiendo mis reflexiones, me salió esta frase que compartí hace algunos años en mis redes de la Madre Teresa que dice “El amor empieza en el hogar, y no es cuanto hacemos, sino cuanto amor ponemos en esa acción”.
Lo que somos y el cómo nos comportamos, se debe fundamentalmente a lo que recibimos en casa en nuestras etapas tempranas de vida, sin embargo, ya de adultos, somos lo que nosotros decidimos ser y hacer. Ser adultos, no es solo tener en mano el título de propiedad del carro, sino la plena conciencia de todo cuanto hacemos y decimos, ser conscientes entre ello, del efecto tan profundo que pueden hacer nuestras palabras y acciones en los demás. Porque, aunque muchos quieran evadirlo, la responsabilidad y la consecuencia de nuestras acciones, es algo de lo que no podemos escapar.
La Madre Teresa de Calcuta en una de sus tantas reflexiones del a decía “En todo el mundo se comprueba una angustia terrible, una espantosa hambre de amor” y es ahora cuando comprendo a cabalidad sus palabras.
El mundo se ha hundido totalmente en las hieles de tantas almas oscuras, que con su fétido accionar han envuelto a la humanidad entera hasta llegar a este punto, que es a su vez el punto de partida de los submundos y oscurantismo a venir.
Si me permite estimado lector un consejo, yo que vengo de conocer las entrañas de este monstruo digital, cuide no caer en provocaciones de mentes malsanas. Porque como un especialista en el tema me enseñó, estas personas le destrozan su tranquilidad, y así mismo en su anonimato siguen rompiendo almas por doquier, luego apagan su dispositivo y siguen como si nada, mientras usted queda como depósito de toda esa basura emocional.
Bloquee, no se enganche a discutir con nadie, y por sobre todas las cosas, sea verdaderamente consciente y responsable de cada letra que sale de sus manos.
Puede estarle destrozando la vida a una persona, y esa es una de las cuentas de las cuales no nos vamos de este mundo sin pagar.
¡Hasta la próxima!
By: Jennifer Barreto-Leyva
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