En este momento tan delicado que vivimos, donde una buena parte de nosotros está despertando a realidades que habían sido escondidas, destapando mentiras institucionales, y tantas otras cosas de esta agenda de horror que otros pocos llamaron “demencia conspiranoica”, muchos aprovechan para ejercer el nefasto moralismo, cuando probablemente sus manos estén más sucias que las de nadie.
Comienzan los señalamientos, los “yo te lo dije” entre otras cosas. Los jueces, abogados y árbitros 2.0, que rara vez ejercen acción alguna en el mundo real, se despachan a pierna suelta con su exhibición de “sapiencia”.
En este ejercicio de autoevaluación que muchos han hecho, en el cual me incluyo, hemos coincidido unos tantos de como nuestra inocencia ha sido inmensa, y hemos caído una y otra vez en las artimañas del progresismo. Ellos utilizan maneras muy hábiles, con tal de envolver y atrapar a sus futuras víctimas, así mismo a aquellos que considere pueden ser sus enemigos.
Recordaba en días pasados como de adolescente, llegué a creer a la perfección aquello del “discurso de odio” que tanto predica la comunidad del abecedario.
Nunca olvidaré una anécdota que hasta hace poco me daba risa, pero ahora la entiendo con un inmenso dolor en el pecho.
Para aquel entonces, la movida nocturna en el viejo San Juan (Puerto Rico) era intensa. Las chicas que eran un poco mayor que yo ya se escapaban a los sitios nocturnos para hacer despliegue de su recién adquirido status de “adultas”.
Se veía mucho en las calles gente haciendo “voguing” (los gestos de Madonna en su canción Vogue que esta comunidad los asumió como una forma de expresión) aunque recientemente la izquierda colombiana lo utilizó de forma de protesta, contra el ex presidente Iván Duque. Un espectáculo de mal gusto que lamento haber visto.
Caminábamos mis tíos y yo en búsqueda de mi traje navideño. Al pasar cerca de uno de estos sitios donde se escuchaba música aún, un drag queen poco faltó que me empujara dentro de un local de estos, que ya estaba cerrado para el público, pero que se encontraba en medio de limpieza para una nueva jornada.
“¡Dejen el odio y la intolerancia! Dejen a la nena que entre a bailar, se ve que le gusta” gritaba este personaje, mientras todos impávidos, sin saber reaccionar, y así mismo mi tío me tomó del brazo y a la velocidad de la luz nos orientó a todos al auto y de ahí a nuestra casa en Bayamón, de ahí no salimos en todo el día, y como buena casa de Hispanos, de eso no se habló ni ese día ni nunca más. La mala costumbre de callar los problemas, escondiéndolos debajo de la alfombra.
Años después, ya a mitad de carrera para recibirme de abogada, conocí a activistas, que me explicaron y argumentaron lo que era esto del “discurso de odio” y como era que todos, según ellos, lo ejercían de una forma u otra.
Me seguía sonando exagerado, porque odio es una palabra y sentimiento en exceso fuerte, esto ya tenía un tufo a disparate que no me estaba gustando, sin embargo, la inocencia en la que vivíamos todos, realmente no me invitaba a ir más allá.
Con los años aprendes a hilar más fino, a ver con la malicia de los villanos las cosas, y entonces las piezas del rompecabezas empiezan a encajar.
Todos, de mayor o menor forma, hemos sido embaucados a lo largo de los años por este movimiento que actualmente está tan presente entre nosotros. Todos bien sea en nuestro verbo, en nuestras acciones, en nuestra cotidianidad, pero en algo hemos caído y nos han engañado.
Creo en educar y no en humillar, creo en enaltecer y crecer, no en lastimar y empequeñecer, creo en hablar y no en la autocensura ni en juzgar.
Y creo que estamos en un momento ideal, para educarnos, educar a los que vienen después de nosotros y crecer.
Debemos fortalecernos, porque los tiempos venideros serán oscuros y decisivos. Solo serán capaces de mantenerse en pie, aquellos que estén preparados para las batallas que ya tenemos frente a nosotros, que son un abreboca de lo que nos viene.
Mi invitación esta semana, es a dejar a un lado las autoflagelaciones y discursos soberbios, en su lugar, vamos a prepararnos, porque el tiempo apremia y nos necesitamos educados y fuertes.
No hay tiempo que perder.
¡Hasta la próxima!
By: Jennifer Barreto-Leyva
CEO @politicaenfaldas & @politicsinskirtsAuthor | TV/radio host
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