Censura es dictadura” fuera un lema que los periodistas venezolanos cantábamos en marchas, cuando el régimen de Hugo Chávez en sus inicios, comenzara con su política de silenciar a los medios y sus actores, luego fue usado como etiqueta o hashtag en redes sociales, y quedó como una consigna muy nuestra, que empiezan a usar en otros países donde la izquierda da firmes y determinados pasos.

Sin embargo, este slogan que me sigue embargando de indignación puesto que soy una férrea defensora de la libertad; parece que ahora más que nunca se mantendrá vigente, inclusive con diversas versiones o adaptaciones.  Veo con suma preocupación, que el ciudadano común aún parece no entender la gravedad y profundidad de lo que está pasando. Se habla de censura y quizá unos pocos saltan y externan su preocupación, pero nada más.

Desde que finalmente se empezó a hacer evidente –aunque muchos teníamos años anunciando esto– me he dado a la tarea desde los medios de comunicación que dirijo, en hacer foros, programas, columna de opinión, generar contenido al respecto para informar, concienciar y alertar.

A pesar de que somos cada vez más quienes hablamos o hemos sido víctimas de esto, siguen muchos viendo las nubes pasar por el cielo, inadvertidos, ajenos e ingenuos de la gravedad de esto que sucede.

Hace algunos días la sombra de la censura tocó mi puerta. Cuando hablaba aquí mismo de la cultura de la cancelación Instagram me acusó al compartir mi artículo, de que yo promocionaba servicios sexuales, nada más absurdo y ajeno a lo que soy y promuevo. He tenido una carrera y trayectoria académica y en medios de casi 29 años, impecable donde solo he promovido valores, buen vivir, reflexiones y rescatando las cosas buenas de lo malo que pueda haber en cada situación.

Es evidente que la intención fue censurarme, y somos muchísimos los que en este momento podemos repetir la misma historia.

Podrá usted creer que somos “conspiranoicos”, pero el tiempo es un elemento implacable que desnuda siempre las verdades más ocultas, ha terminado evidenciando todo lo que en su momento muchos hemos denunciado. Algunos de los que aplaudieron desaforados la censura al Presidente Trump, hoy ya han probado en carne propia lo que tanto pidieron y celebraron, eso sí, en silencio.

He consultado con muchos, en los foros y entrevistas que hago sobre el tema, inclusive con expertos, y ninguno de nosotros tiene una respuesta siquiera cercana a posibles soluciones. Llegamos al muy temido momento que tanto comenté en privado a mis afectos, que quedaríamos entrevistándonos unos con otros, todos del mismo bando, abriendo medios independientes, escuchándonos a nosotros mismos en el mejor de los casos.

Se han abierto otras redes sociales, inclusive el Presidente Trump ya creóla suya propia, muchos respiran aliviados, pero se ha preguntado usted ¿Dónde se alojan y hospedan esas redes? Al momento todas las redes del mundo, están en hostings o alojamientos que pertenecen a los dueños de Twitter, Facebook e Instagram. Es decir, estamos atrapados, amordazados y con las manos atadas.

¿Qué pasará cuando ya abrir otras cuentas no sea una opción? ¿Se ha paseado usted por el escenario oscuro que plantea la censura?

Soy una creyente firme de la libertad, que debe ser defendida a toda costa y precio, eso sí, libertad con responsabilidad siempre. Sin embargo, me sigo preguntando qué será de nosotros, si no detenemos ya este tren que ha venido de forma silenciosa, pero sin pausa devorando nuestras libertades. Tren que me temo llegará a su destino final…

Sigamos firmes, defendamos nuestra libertad, aunque de ira nos tiemble la voz o las piernas.

 

¡Hasta la próxima!

By: Jennifer Barreto-Leyva

 

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