Febrero sin duda es un mes histórico políticamente hablando, y es que nadie imaginaba que un grupo de camioneros iba a revolucionar al mundo, literalmente.
Lo que empezó la primera semana del mes más corto del año, como una simple protesta a la forma más nueva de control y dominio mundial (las vacunas y sus pasaportes) terminó siendo una movida por consecuencia espontánea que considero personalmente brillante.
Justin Trudeau se vendió siempre como un rostro fresco y joven en la política, fue una movida perfecta y maquiavélica de sus asesores, porque supieron mover muy bien el aspecto psicológico y emocional de las masas.
Un hombre joven, guapo, “sensible” a las causas sociales, justo en esta era de justicia social, todo en el timing perfecto. ¿Qué podría salir mal?
Gracias a las redes sociales y al tiempo que todo lo pone en su sitio, empezaron a salir las evidencias del verdadero rostro del que muchos llaman “el sobrino de Fidel” y sobre quien empiezan a pesar grandes sospechas de sus verdaderos nexos con el difunto dictador cubano. Como diría un buen amigo, la genética nunca miente.
Sus excesos, sus mofas solapadas con la comunidad afroamericana, expresiones fuera de lugar hechas en algún momento y más, todo ha visto afortunadamente la luz. Trudeau es una vulgar cara bonita, con un discurso en extremo complaciente, que sirve como caballo de troya entre otras cosas para la aberrante agenda globalista que más tarde que temprano, tocará la puerta de aquellos que hoy se burlan de quienes advertimos de la misma.
Como venezolana que ha sido arte y parte de las protestas contra la tiranía que tiene el país secuestrado desde al menos hace 23 años, es imposible no hacer la conexión, desde el plano emocional, pasando por el filosófico, político y estratégico. Es demasiado evidente todo.
Lo que está sucediendo en Canadá además de emocionante, debe servir de ejemplo a muchos. El país entero se ha abocado a defender su libertad, de todas las formas posibles y a su alcance. Nunca es poco ni estéril, cuando se trata de defender y proteger nuestras libertades. Tengo esto tatuado en el alma.
Esta protesta, tan loable y noble, me temo no consiga su objetivo principal, sin embargo, ha logrado un efecto secundario tan importante como lo que se buscaba. Desnudar a Justin Trudeau ante el mundo y mostrar su verdadero rostro, ha sido un logro de estos valientes hombres y mujeres que se han jugado el pellejo, con la adrenalina y Dios como sus únicos compañeros.
Ludwig Von Mises dijo algo alguna vez que no prescribe y es que “todo socialista es un dictador disfrazado” y por si alguien prefiere entenderlo visualmente, busque material en las redes de todo lo que ha hecho el primer ministro canadiense ante estas protestas, y tendrá una mejor idea.
Un país tan hermoso como Canadá, va en franca caída. Uno de los países más seguros y prósperos, pasó en tan solo horas del puesto 9 al puesto 177 en el ranking de libertad económica. Ese mismo país de paisajes que pueden quitar el aliento, pero donde si su hija queda embarazada, sin su autorización como padre o madre, la maestra o directora de la menor, pueden llevarla a abortar, a cualquier edad y momento del embarazo, país donde si usted no demuestra que fue vacunado, tiene literalmente las puertas cerradas de todo sitio y establecimiento que usted visite. Una jaula de oro, hermosa y sin libertad. Eso es Canadá.
Tengo una regla personal que aprendí de mi abuelo, quien fue un consagrado analista político: no se vota por caras bonitas, gente sin preparación académica, por resentidos o ex-militares y la historia así lo ha demostrado. Sale demasiado caro el votar dejándose llevar por carismas, por pretender saldar deudas viejas.
Dios bendiga a todos los valientes que aun y con miedo en el pecho, han salido a hacerse escuchar.
Esta historia créanme, aún no termina…
¡Hasta la próxima!
By: Jennifer Barreto-Leyva
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