Habría que ser en exceso despistado e ingenuo, para no haber avistado la profunda crisis que se está viviendo con la infancia y adolescencia alrededor del mundo.
Aplaudo que la crianza sea más consciente y responsable, pero hay casos donde prácticamente el hijo es el que manda al padre, y así no son las cosas.
Recientemente se hizo viral la rectora Olga Narváez del colegio Misael Pastrana Borrero en Colombia, donde puso orden, estructura y disciplina en un breve y concreto mensaje dado a los padres al inicio del año escolar. Iniciativa que han debido tomar los padres.
Sin embargo, estos prefirieron ejercer acciones legales para que Narváez fuera destituida de su cargo, aplaudiendo las majaderías y caprichos de sus criaturas. No todo el mundo está capacitado para ser padre o madre y a las pruebas me remito.
Cero pendientes y melenas largas en varones, cero colores en melenas y maquillaje en hembras, faldas en su justo punto, uniformes limpios, cero celulares, tabletas y noviazgos en la mencionada escuela. Lo mínimo a lo que un padre y madre responsables acostumbrarían a sus hijos, en su edad escolar, donde tiene que mantenerse el orden, respeto y estructura, al igual que en el hogar.
Desde hace unos años para acá, se ha venido haciendo costumbre en redes sociales, quejas que terminan haciéndose virales, de padres y madres molestos porque la institución educativa que seleccionaron para sus hijos es “muy estricta” al tener unas reglas en cuando al desenvolvimiento y apariencia física.
La excusa es que los limita en su desarrollo personal, o que es demasiado estricto lucir mínimamente decente.
Me pregunto yo ¿Tienen idea del daño tan grande que le hacen a sus hijos al criarlos sin reglas y estructura? Unos niños que serán débiles mentales, y no serán capaces de mantenerse en pie ante una orden o el cumplimiento de reglas mínimas, porque se ofenden o lloriquean. Adultos de cristal.
Distinta es la situación –tomada con pinzas– que puede verse en el caso Peltier v. Charter Day School donde un grupo de niñas y sus padres cuestionan la validez constitucional del código de vestimenta de una escuela. Un caso que ya está a nivel federal al que encuentro bien interesante legalmente hablando. Desafortunadamente entre los alegatos, aplicaron el victim card, y aseguran que son “discriminadas por su sexo”. Ya se imaginará usted todo lo que viene después.
Estudié toda mi vida en colegio de monjas, donde me dieron una educación impecable –salvo contados episodios– educación que aspiro poder replicar en mis hijos. Nuestro uniforme era con falda, y certifico lo que alegan las niñas, se pasa frío y la movilidad es limitada. Aunque viendo lo positivo, me enseñó a como sentarme apropiadamente cuando portara vestidos o faldas, amén de la educación de etiqueta y protocolo recibida en casa.
Lo que están haciendo estos padres en redes sociales, es tan deleznable y dañino como aquellos padres que no solo estimulan que sus hijos hagan bullying, sino que se hacen los desentendidos sin aplicar castigos ni asumir responsabilidades. Están criando monstruos, por severo que le suene.
Futuros adultos que no conocerán de reglas, límites, respeto, nada.
Niños que van al garete por la vida, y que serán potenciales delincuentes en el mañana. Quien no conoce de consecuencias, vive toda su vida creyendo firmemente que su accionar es correcto y no debe ser castigado cuando hace algo malo.
Esto es también un tema de sentido común y autoestima. Nuestra presencia es un indicativo directo de nuestros valores, de nuestra imagen personal y del respeto que tenemos por los demás.
Vengo de la generación del “usted y tenga” frase que nos repetían a todo niño y joven puertorriqueño contemporáneo conmigo. Símbolo lingüístico del respeto y el trato que se le debía dar a las personas mayores en sociedad.
Los niños, que serán adultos mañana, son solo un reflejo de lo que les enseñaron sus padres, de lo que vieron en sus padres y de lo que estos les dejaron de enseñar también.
Suscribiendo y parafraseando las palabras de la rectora Narváez, si a usted le molestan las reglas y el orden, múdese a una comuna hippie, donde puede vivir a sus anchas con el viento como amigo. Pero eso sí, después no se queje, puesto que todo lo que le viene, es y será responsabilidad suya y nada más.
¡Hasta la próxima!
Por: Jennifer Barreto-Leyva
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