Hace algunos días se hizo viral la reacción histérica de la joven mexicana Andrea Escamilla que se define como “no binaria” porque le llamaron compañera y no “compañere” usando el mal llamado “lenguaje inclusivo” en medio de una clase virtual, lo cual dio pie a cientos de reportajes, de distintos tonos, y destapó el lado lamentable de las redes sociales que conozco tan dolorosamente de cerca. Gente insultándola, inclusive amenazándola, otros burlándose. Terrible todo. Porque detrás de un celular todos somos guapos y valientes…
Este tema se conecta irremediablemente con la experiencia que tuve hace algunos días con mi sobrino. En las tiendas por departamento solo le conseguimos t-shirts o franelillas aupando al “pride movement” y se pregunta uno en medio de esta incertidumbre y revolú sociocultural ¿qué hacer?
Y aclaro, aunque no debiera, mi reclamo no es homofobia. Es que de sexualidad se tienen que encargar los padres, en sus tiempos y maneras. No los maestros, no la TV, no las redes sociales, y mucho menos el marketing que apunta claramente a promover la ideología de género de forma solapada a través de la programación neurolingüística, entre otras valiosas herramientas.
Para quienes fuimos criados con valores y firmeza, estos están siendo tiempos antipáticos, pero donde hemos reafirmado la bendición de haber sido criados bajo estructuras sólidas, con amor y disciplina. Quienes no han tenido la suerte de tener un hogar con valores, salud mental y emocional, firmeza y principios, no la están pasando nada bien.
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La verdad, el amor y la firmeza son las herramientas más valiosas que usted puede tener con sus hijos, nietos, ahijados, sobrinos en esta época tan oscura.
La mofa y la violencia solo generan más heridas y animadversión de parte y parte. ¿Aún no se entiende? Habría que evaluar el entorno e historia de esta jovencita para entender por qué no se siente mujer y prefiere que le llamen por un pronombre que no existe. El porqué de esa reacción tan desproporcionada. Conductualmente hablando todo tiene un por qué y desglosando las historias de la gente, a través de un profesional de la salud mental, son muchas las cosas que pudiéramos entender. Pero agredir siempre es la salida fácil y barata.
Me resulta lamentable, que muchos son el vivo reflejo de lo que se quejan. Pero eso lo hablaré en otra oportunidad.
Como padres, como adultos, tenemos una responsabilidad inmensa con nuestros niños, porque históricamente lo que estamos viviendo, no se había vivido jamás.
Hay un dicho colombiano que reza “Es preferible una colorada que mil descoloridas” es mejor tener una conversación incómoda, pero diciéndole la verdad a su hijo, que luego tener que pedirle a Dios sabiduría y sufrir para salir de una situación lamentable.
La que viene es una catástrofe generacional, con niños mutilados y hormonados por médicos irresponsables con la bendición de padres aún más irresponsables, donde no sabrán si son hombres o mujeres, si los hombres visten faldas si las mujeres usan barbas, creyendo que su valía como ser humano es tener seguidores en redes sociales, entre otras barbaridades que ya vivimos en este presente imperfecto.
Hablen con sus hijos, claro, sin tapujos, explíquenles con amor las cosas, sean firmes en sus decisiones y principios. Los grandes hombres y mujeres del mañana, recuerde que serán producto de su trabajo como papá y mamá, del hogar y estructura familiar que les provea.
Dígales la verdad a sus hijos hoy, por incómoda y políticamente incorrecta que sea, antes de que mañana un extraño le mienta y le cree su narrativa como “su verdad” y le destroce la vida.
¡Hasta la próxima!
By: Jennifer Barreto-Leyva
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